El caballero de verde Gabán....¿El prototipo de un hidalgo ejemplar?

A simple vista se podría llegar a pensar que de este personaje no hay mucho que decir, pero la verdad es que es un personaje curioso. Al menos, yo así lo pienso.

Luego de la aventura del Quijote con el caballero de los espejos hace su aparición este personaje, que a simple vista parece un transeúnte común de los caminos de la Mancha. Si, un ser vulgar y silvestre. Pero sólo nos enteramos de quién es cuando se presenta ante Don Quijote, luego de haberse presentado éste y haber dado razón de su extraño vestuario y la "profesión" a la que se dedica. El nombre del dichoso ser que contempla a Don Quijote es Don Diego de Miranda, un cándido hombre de naturaleza discreta, bien instruido, de clase acomodada y por sobre todo de BUENAS Y SANAS COSTUMBRES. Sin duda todo lo contrario al locuaz y voluble Quijote, pues como sabemos el espejo de la caballería andante vendió todos sus bienes por adquirir los nocivos libros caballerescos.

Aquél hombre pues, de tan sanas y apropiadas costumbres (la caza y la pesca) queda prendado del ingenio del Quijote y hasta trata de comprender la monomanía de éste. No lo consigue, pero aún así le invita a su casa a comer y a pasar cuatro días en ella dialogando con su hijo de dieciocho años, quien al igual que el Quijote (aunque en menor medida) siente pasión por las letras. Todos en su casa se dan cuenta de que Quijote es un verdadero mentecato y majareta, sobre todo en sus momentos de desvarío caballeresco, aunque como dije solo en esos momentos pues los ratos restantes el protagonista se comporta como un ser sensato y hasta normal, si se quiere.

Ahora, ¿Por qué escogí este personaje? pues porque lo vi como una especie de contraposición del Quijote, en el sentido que tanto él como el caballero de verde Gabán son hidalgos manchegos pero uno está cuerdo y el otro loco de atar (obviamente me refiero al Quijote). El de verde Gabán pareciera ser todo lo que el Quijote en su estatus social de Hidalgo no es: es alguien recatado,tiene dinero, está casado y tiene un hijo, posee un entendimiento equilibrado, se dedica a la caza y pesca, da limosna a los pobres, socializa con sus vecinos, va a misa, no escudriña las vidas ajenas (algo bastante inverosímil, para mi gusto), ayuda a las personas que están desavenidas y para muestra de un botón confía en la "misericordia infinita de Dios nuestro Señor".

Todo parece en él perfecto, hasta lee con regularidad aunque por supuesto no del modo enfermizo con que leía el Quijote sus queridos libros de caballería. Pero aquí el señor Diego de Miranda hace una aclaración: en su casa nunca ha entrado un solo libro de caballería. Quizás, lo que se podría leer entre líneas con esta aclaración por parte del autor sería esto: si Don Diego de Miranda, un ser de vida tan sosegada y tranquila, tomase como hobby en sus ratos libres leer los mismo libros caballerescos; no hay duda de que sus sesos también se secarían y se convertiría en otro Quijote, por ello es mejor que se abstenga de leer tan nocivos libros ¡Este mundo ficcional necesita tener hidalgos sensatos como él!. Al menos eso fue el mensaje que yo desde mi perspectiva de lector percibí.




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