El destierro de Marcela
Mujer,
mi suelo, tan real.
Rafael
Cadenas
Albert Camus
en El Destierro de Helena dice: “La
belleza no puede prescindir del hombre y nosotros no daremos a nuestro tiempo
su grandeza y su serenidad si no es siguiéndolo en su desdicha. Ya nunca
seremos solitarios, pero no es menos cierto que tampoco el hombre puede
prescindir de la belleza y esto es lo que nuestra época parece querer ignorar“.
Helena se marca como el principal exponente de la Belleza. Su belleza consume,
destruye, porque el hombre cuanto ve algo bello desea poseerlo. No consigue
vivir sin él.
Cervantes crea
personajes femeninos como: Marcela, Lucinda, Dorotea, Maria/Zoraida, Ana Félix, Altisidora,
entre otros. Que logran componerse como las protagonistas o las heroínas de sus
propias historias en una época donde los grandes héroes y personajes eran encarnados
por figuras masculinas. Las acciones de estas mujeres son determinantes en el
hilo de sus historias, son ellas las que marcan el ritmo del desenlace de la
historia. Las responsables de su propio destino, son personajes fuertes e
independientes que no se alejan de un rasgo en particular: sus estándares de
belleza. Y aun cuando son bellas no pueden encontrarse más lejos de aquel viejo
ideal de la belleza de Helena.
Marcela en
particular no se encuentra bajo el perfil de “trofeo”. Su figura representa una
elevada autoconciencia. Es una mujer con ideales propios pues reconoce que la
belleza representa un ámbito externo y es perecedero, y, que las virtudes como
la honra y la honestidad prevalecen. Se permite a si misma alejarse del ámbito social.
Su elección es propia y no lo hace orillada a ninguna circunstancia. Es gusto. Placer
que se concede a si misma de vivir en el campo, tal cual fuera la Arcadia de Virgilio.
Su Discurso es
claro y sin pretensión alguna. Mantiene una palabra propia, defiende sus
acciones y no siente culpa por ellas. “Y, así como la víbora no merece ser
culpada por la ponzoña que tiene, puesto que con ella mata, por habérsela dado
naturaleza, tampoco yo merezco ser reprehendida por ser hermosa; que la
hermosura en la mujer honesta es como el fuego apartado o como la espada aguda,
que ni el quema ni ella corta a quien a ellos no se acerca” (Don Quijote de La
Mancha, Tomo I: 192). No guarda la intensión de explicarse ante nadie, su
moralidad queda clara, lo que destaca es la importancia que se guarda a sí
misma frente a otros. Marcela marca una posición que la hace superior
moralmente a aquellos hombres que deciden guiarse por los preceptos de su
sociedad. Admiración es el sentimiento que pueden albergar hacia ella, y no
cabe otra, su figura se ha impuesto como una “Diana” pastoril. Se la describe
como extremadamente bella, tan bella que es la causante muerte de Crisóstomo,
pero la belleza que eclipsa es su belleza interna. Su capacidad de decisión y
de no regirse bajo otros estándares, con voz clara y sin titubeos dice: “el que
me llama fiera y basilisco, déjeme como cosa perjudicial y mala; el que me
llama ingrata, no me sirva, el que desconocida, no me conozca; quien cruel, no
me siga; que esta fiera, este basilisco, esta ingrata, esta cruel y esta
desconocida, ni los buscara, servirá, conocerá ni seguirá en ninguna manera” (Don
Quijote de La Mancha, Tomo I: 194).
El quijote dice con pleno convencimiento:
“Yo sé quién soy- respondió don Quijote-, y sé que puedo ser no solo los que he
dicho, sino todos los doce pares de Francia, y aun todos los nueve de la Fama,
pues a todas las hazañas que ellos todos juntos y cada uno por si hicieron, se
aventajaran las mías”. (Don Quijote de La Mancha, Tomo I: 107). De la misma manera se expresa Marcela, segura
ante lo que dice, porque Marcela no necesita de belleza o a un hombre, se vale
de si mima. Y eso es mucho más que suficiente.
Referencias Bibliográficas
Albert Camus. El Destierro de Helena.
M. Cervantes. Don
Quijote de la Mancha. Tomo I. Barcelona: EDEBE, 2005.
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