"Y esto hecho, mandó traer la bula y púsoela en la cabeza. Y luego el pecador del alguacil comenzó, poco a poco, a estar mejor y tornar en sí. Y desque fue bien vuelto en su acuerdo, echóse a los pies del señor comisario y demandóle perdón, y confesó haber dicho aquello por la boca y mandamiento del demonio; lo uno, por hacer a él daño y vengarse del enojo; lo otro, y más principal porque el demonio reciba mucha pena del bien que allí se hiciera en tomar la bula.
El señor mi amo le perdonó, y fueron hechas las amistades entre ellos. Y a tomar la bula hubo tanta priesa, que casi ánima viviente en el lugar que quedó sin ella: marido y mujer, y hijos y hijas, mozos y mozas” (Tratado quinto, pág 72 y 73, 2002 Editorial Planeta S.A.)
El fragmento revela una crítica hacia las dos grandes autoridades de la época, la autoridad civil y la iglesia. En dicho fragmento, el buldero y el alguacil se unen para engañar a los ciudadanos de diversos pueblos y lograr, de esta manera, adueñarse del dinero de los creyentes a través de las bulas. Lázaro, al pasar por esta capa de la sociedad, como criado del buldero, revela y critica la hipocresía de la autoridad. Quienes deben proteger a los ciudadanos y luchar contra la corrupción, son, en esta ocasión, quienes forman parte de ella escudados en el nombre de Dios. Esta es una de las muchas partes de la novela en las que el pícaro, a través del realismo, describe aspectos incómodos y desagradables de la sociedad, lo que provoca un desengaño de las obras caballerescas realizadas hasta esa época.
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