Que trata sobre el célebre Rocinante y otras cosas de mucho gusto y pasatiempo


"Y así, después de muchos nombres que formó, borró y quitó, añadió, deshizo y tornó a hacer en su memoria e imaginación, al fin le vino a llamar "Rocinante", nombre a su parecer alto, sonoro y significativo de lo que había sido cuando fue rocín, antes de lo que ahora era, que era antes y primero de todos los rocines del mundo"

Rocinante es, además de Sancho, el fiel compañero de aventuras de Don Quijote, que aún en su calidad de animal, y carente por lo tanto de diálogo alguno, se convierte en uno de los personajes más emblemáticos y amables de esta obra.

Parece curioso y simpático su parecido físico con Don Quijote, con el que además parece compartir la misma actitud noble, elevada y reposada de los caballeros andantes. No así, Rocinante carece de la juventud y lozanía de ilustres corceles como Babieca o Bucéfalo. Don Quijote sin embargo lo sitúa entre estos grandes rocines en medio de su mundo caballeresco, atribuyéndole incluso la virtud de ser el primero de todos los rocines.

En lo que respecta a su personalidad, no obstante de su naturaleza animal, Rocinante toma ante nosotros actitudes tan entrañables como las de cualquier otro personaje humano. En más de una ocasión Don Quijote confía el rumbo de su aventura a Rocinante, quien con toda su parsimonia se dedica a pasear y pacer por los lugares que le complazcan. Gracias a esta costumbre Don Quijote llega a enredarse en algunos aprietos como por ejemplo su famoso encuentro con los yangüeses en que Rocinante como todo buen animal, por obedecer a su instinto, acaba apaleado por los yangüeses, lo mismo que Don Quijote y Sancho. Éste último, quejándose de su molimiento, atribuye a Rocinante no sólo su desgracia, sino además una serie de características muy humanas:


"Mire vuestra merced si se puede levantar, y ayudaremos a Rocinante, aunque no lo merece porque él fue la causa principal de todo este molimiento. Jamás creí de Rocinante, que le tenía por persona casta y tan pacífica como yo. En fin, bien dicen que es menester mucho tiempo para venir a conocer a las personas, y que no hay cosa segura en esta vida."


A pesar de no jurar lealtad por medio de palabras, Rocinante resulta un corcel fiel a su caballero, por el cual en muchas ocasiones se somete a situaciones tanto ridículas como peligrosas para sí mismo. Resaltan entre estas la aventura de los molinos en que Don Quijote embiste a los supuestos gigantes sin contemplaciones, arrojándose con su rocín por los aires. Resalta además la aventura de los rebaños, o aquel percance en la venta cuando Don Quijote debe permanecer de pie sobre Rocinante.

Su función primordial en la obra es servir del corcel y compañero al caballero de la triste figura. Sin embargo, más allá de esto, podría pensarse en Rocinante como otro guiño irónico en lo que respecta al ideal caballeresco. Además, con su porte apocado y melancólico, nos deja noble lección de que los corceles más virtuosos no son siempre los más leales, sino por el contrario, aquellos que acompañan a sus dueños en sus honorables aventuras, incluso cuando no haya tal aventura.

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