Teresa Panza o Teresa Cascajo entre la ilusión y la realidad

Tal vez bajo la perspectiva de género tenga Teresa Panza una presentación por demás inédita y secundaria, pero su papel en El Quijote no se le escamotea, pues ella ni es un ser maligno, ni sirve a los regocijos de los juegos sexuales, es una mujer popular, corriente, prototípica de las mujeres campesinas analfabetas de la Castilla Manchega del siglo XVI y primeros años del XVII. Su situación, sus vivencias, la visión práctica y prudente con que soluciona problemas familiares y, en fin, sus relaciones de pareja en su condición de esposa de un hombre que también tiene ideales y desea su concreción real, hacen de Teresa uno de los personajes femeninos más singulares del texto narrativo. Ni santa ni idealización en el texto literario, Teresa Cascajo es todo lo contrario: realista y positiva, virtuosa y con defectos, práctica y algo soñadora, pero es sobre todo conservadora de usos y costumbres, formada con unos valores sociales y culturales de una sociedad patriarcal y estamental, en la que la mujer actúa de la mano del hombre, que es su medida. En su evolución moral y ética experimenta un comportamiento muy distinto al que observara al principio, ella ha ido internalizando los ideales o proyecto de Sancho, los que llegó a rechazar y a deparle defectos. Al final, aunque poco importa el mundo de sus fantasías e ilusiones, es otra, y como tal trata de cobrarse todas las burlas que recibió y aguantó de sus vecinos, especialmente de los presuntuosos hijosdalgos. Sancho llegará a se gobernador de la ínsula Barataria, Teresa será condesa, y sus dos hijos, Sanchico y Mari Sancha, gozarán del trato ceremonial que se debe a la gente importante y se unirán en matrimonio con lo más alto del linaje castellano. Estas ilusiones contra la realidad futura siempre estuvieron presentes en uno y otro personaje, sobredimensionarlas confirmaba aquella sentencia de Teresa de que: "Por los  pobres todos pasan los ojos como de corrida, y en el rico los detienen; y si el tal rico fue un tiempo pobre, allí es el murmurar y maldecir..."(II,V). La burla no dejó de serlo al final de los días del Quijote, patético como fue el engaño de la Duquesa a través del tratamiento familiar que le dio a Teresa y que ésta recibió como la más ingenua de las mujeres soñadoras de su tiempo. Teresa volverá a ser lo que ha sido cuando Sancho se desprenda definitivamente de ser el otro que una vez soñó.

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