¿Pérdida de la fe o denuncia de la realidad?

Subyacente al carácter mordaz y burlesco del pícaro se halla una necesidad: la de denunciar los vicios de la sociedad.

En el caso específico de El Lazarillo de Tormes, algunos críticos –como Américo Castro– han optado por localizar la razón del carácter burlesco de Lázaro en el desarraigo cultural de un posible autor morisco o recién converso. Sin embargo, Francisco Rico –partiendo de la lectura que hace S.M. Asensio de El Lazarillo…– opina que  las burlas del desastrado pícaro son algo más que simples comentarios maliciosos; él halla en ellas la marca inconfundible de un agudísimo sentido crítico.


Rico se basa en fragmentos como aquél del tratado V en el que Lázaro aparece describiendo cómo su amo, el buldero «…puestas las manos al cielo…, comienza una oración con la cual hizo llorar a toda la gente, como suelen hacer entre los sermones de Pasión de predicador y auditorio devoto» para sostener que, al contrario de lo que piensan autores como Castro, lo burlesco en el Lazarillo es producto de la inventiva de un autor cristiano que, sin alejarse de su fe, y habiéndose enterado de la concepción Erasmiana de un cristianismo parco (más propenso a la mesura que al exceso), comenzó a criticar sutilmente los vicios que proliferaban alrededor de la Iglesia Católica en España a mediados del siglo XVI; a saber: la abundancia de representantes embusteros, una creciente superstición y el cultivo en el pueblo de una devoción desprovista de cualquier criterio.

Bibliografía: Lazarrillo de Tormes, versión publicada por la editorial Planeta (España, 1980). El tema de este artículo se encuentra desarrollado con mayor profusión en las notas de la introducción que Francisco Rico realizase para la edición anteriormente señalada (pág. 31).

Jhonfrank G. Sánchez

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